Por Oscar Trujillo Marín.-
Ciclismo Internacional.-
Egan Bernal lidera el Giro de Italia con solvencia tras las primeras dos semanas de competición. Ha sido el más audaz, el más agresivo, el más versátil y tiene una renta cómoda que ahora se puede dedicar a administrar con tres jornadas de montaña todavía pendientes, terreno donde ha demostrado ser muy superior a sus rivales.
La mezquindad de la condición humana no tiene límites. Con todo y eso, se leen editoriales y comentarios en aficionados en relación a un supuesto favorecimiento en el recorte de la etapa reina (cosa irónica, porque Egan es el mejor escalador de alta montaña de todos los participantes y el que muestra mejor fondo y condición desde el inicio tras 16 etapas corridas) o en otros casos se intenta devaluar la calidad de sus rivales para que parezca que lo ha tenido fácil. Para esa misma gente --antes del Giro-- Yates, Nibali y Evenepoel eran cracks y favoritos. Al parecer ya no tanto.
Cartel de calidad muy limitada sí que fue el atípico Giro otoñal del año anterior, donde un admirable (pero no por eso menos discreto corredor) Jai Hindley, Tao Geoghegan Hart (un prospecto de vueltómano sin triunfos hasta ese momento y quinto hombre en jerarquía para rondas por etapas en Ineos, tras Thomas, Bernal, Caparaz y Sivakov), el debutante Joao Almeida, Pello Bilbao y Patrick Konrad fueron las grandes atracciones en la versión más descafeinada que se recuerde en la Corsa Rosa.
Por otro lado, en años anteriores, cabe resaltar, solo han asistido dos o a lo sumo tres vueltómanos top, con palmarés que lo sustente, que se juegan el título: en 2019 fueron Roglic, Carapaz y Nibali; en 2018 lo hicieron Froome, Dumoulin y López; y en 2017 Dumoulin, Quintana y Nibali. Este Giro es uno más a la usanza.
Jugarse una gran vuelta contra los diez capos más selectos del pelotón mundial solo es posible en el Tour de Francia. En Giro de Italia y Vuelta a España esto es lo que ha habido siempre. No por eso tienen menos mérito las victorias en ronda transalpina o ibérica en los últimos años de Roglic, Carapaz, Quintana, Froome, Yates o Contador; o las célebres de Coppi, Merckx o Hinault.
A priori, el cartel de este año era el más atractivo en mucho tiempo: la gran promesa mundial, Remco Evenepoel, saturado de expectativas mediáticas en su regreso tras el accidente; Egan Bernal, ganador de un Tour; Nibali portador de la triple corona, que siempre disputa a tope la carrera en su tierra; Mikel Landa, en su mejor momento en muchos años; Emanuel Buchmann, Simon Yates, ganador de una ronda española; Romain Bardet, podio en el Tour, Aleksandr Vlasov, la otra gran promesa mundial como joven vueltómano; Hugh Carthy, podio en la pasada Vuelta; Pello Bilbao, Giulio Ciccone, Joao Almeida… Es decir, gente de mucha calidad, habitual en el top 10 de grandes vueltas y algunos de los mejores corredores jóvenes del World Tour.
Tener destreza y dominio con la bicicleta también hace parte de las virtudes de un campeón de pruebas por etapas. No es solo potencia o cualidades para la escalada pura lo que cuenta. Landa, por enésima vez, acudió a su cita con la desgracia y se eliminó ‘solo’ de nuevo. Buchmann, que venía creciendo, tuvo mala suerte, que también juega si te dedicas a ganarte la vida en un deporte de riesgo. Nibali confirmó su ocaso: sus mejores temporadas han quedado atrás y ya no carbura subiendo. Evenepoel, en carreteras llanas y de media montaña, en rutas anchas, tal vez no tiene rivales con su potencia. Pero en los descensos va fatal. Carreteras estrechas muy técnicas o con grava, el mal tiempo y la lluvia; las subidas en altura y de largo aliento (que también hacen parte del ciclismo y se las encontrará en las tres grandes) sí son una asignatura donde el belga ha evidenciado ser muy limitado. Debe mejorar demasiado si quiere disputar un Tour o un Giro algún día con Roglic, Pogacar o Bernal. Por suerte es joven y tiene mucho margen para hacerlo.
Lo único cierto es que Egan ha atacado en todas las etapas complicadas de cara a la general y les ha metido tiempo -o eliminado de la lucha- a sus grandes rivales. En la etapa 4 y 6 picó segundos en repechos y desnudó carencias. En la 9° ganó en solitario en un muro sobre grava de manera espectacular), en la 11° se lució en el ‘sterrato’ de lejos, en media montaña, gracias a su pericia sobre tierra y ambición, acumulando más renta. Mientras que en la 14° también hizo de las suyas en el Zoncolan.
Finalmente, en el 16° parcial protagonizó una auténtica exhibición de poderío antes del día de descanso. Atacó a falta de 23 km de meta, metiendo al borde de un minuto al pequeño grupo donde venía al coronar el último puerto (en apenas 3 km) y manteniendo renta de forma cómoda en el largo descenso.
En quince días, Egan ha dejado este Giro en unas condiciones muy favorables y se puede permitir, si quiere, no arriesgar, dedicándose a cuidar su margen de tiempo y marcar a los rivales más cercanos. Si así lo quisiera, puede llegar con ellos en las tres etapas de montaña que restan y sería suficiente. Pero me temo que a la menor oportunidad querrá más.
No es la primera vez ni la primera carrera donde el líder del equipo británico gana etapas o intenta heroísmos que culminan con éxito en circunstancias parecidas. Pocas dudas en que su actitud y manera de correr no es ni mucho menos conservadora. Hay varios estilos para ganar, todos válidos. El de Bernal es a la antigua, desde lejos, derrapando y sin mirar atrás.
Los demás sabían que, estando bien físicamente el colombiano, era el rival a batir. Más aún con un recorrido plagado de mucha montaña. Aunque de forma paradójica encuestas, predicciones y la mayoría de periodistas deportivos se decantaron por el buen nivel que traía Simon Yates y de forma incomprensible (para su inexperiencia, largo parón, falta de antecedentes en altura, e incógnita en fiabilidad en tres semanas) por Remco Evenepoel como favoritos.
Ineos no ha traído, ni mucho menos, su armada de gregarios del Tour. Además perdió a Sivakov muy pronto y sufrió la merma de su mejor gregario hasta el momento -Moscon- en una caída. El líder ha estado en los momentos cruciales acompañado tan solo por Daniel Martínez, y aun así, nadie ha propuesto algo audaz. Nadie ha mostrado alegría suficiente en su pedaleo, nadie se ha arriesgado a atacarlo y, por el contrario, en diferentes superficies y perfiles Egan ha sido ofensivo metiendo desde un puñado de segundos, dos minutos o más a sus rivales directos hasta dejarlos lejos, pero sobre todo con la moral muy castigada.
No sabemos que más podría hacer para que se valore su hasta ahora evidente superioridad en todos los terrenos durante este Giro. Si los demás no atacan, no obedece a un supuesto férreo control de Ineos, cosa que no ha ocurrido en este caso. No lo hacen porque lucen un nivel claramente inferior al colombiano, en tierra, repechos, puertos largos, lluvia e incluso descensos. Esa es la razón y no es culpa del zipaquireño. O quizás sí, por demostrar un nivel muy superior y hacerlos ver como rivales pequeños.
Si hubo alguien perjudicado con el recorte de la etapa reina de alta montaña fue el mismo líder. Si con casi 70 km y los dos puertos más elevados suprimidos prácticamente dejó sin opciones a la mayoría… Evenepoel llegó a 25 minutos, Yates, Vlasov y Carthy se vieron muy débiles en su propio terreno, ya no digamos la escabechina mayor donde suban la Cima Coppi y tengan que jugárselas sin gregarios ante el colombiano.
Bernal ni el Ineos tienen la culpa de que la organización del Giro haya mostrado (y ya van muchos años seguidos) un vergonzoso esperpento recortando o cancelando las subidas más importantes en la etapa reina de la carrera por malas condiciones climatológicas. Mauro Vegni y sus colaboradores tienen serios problemas con la planificación del trazado, cuando es evidente que en mayo siempre hace mal tiempo en las altas cimas de las Dolomitas y tradicionales puertos míticos por encima de los 2000 metros. Las bonitas etapas encadenadas en los gráficos terminan mutiladas siempre por la misma razón. Por no hablar de la trasmisión televisiva que fue infame, vergonzosa.
Les pasa año si y año también lo del recorte de etapa reina. En cualquier caso, los que pierden con estos recortes son los propios escaladores y los espectadores. Lo que debieron hacer sus rivales fue aprovechar la oportunidad de que el líder se quedó sin su etapa marcada, sin buena parte de su terreno más favorable para haberlo atacado. Pero, justamente, calidad a la par en la escalada y fuerzas superiores a Bernal es lo que no hay en los demás aspirantes.
La pregunta no es por qué Bernal va ganando sobrado un Giro aburrido (imaginamos que para los admiradores del líder y de corredores con mucha clase no tanto). Más bien la cuestión sería por qué ninguno de los grandes nombres por méritos propios -o inflados por la prensa- que venían como sus contrincantes y favoritos se han visto a años luz de las prestaciones del líder de Ineos.
Imagina uno que ser superior, estar uno o dos peldaños por encima de los demás en lo que va de Giro y atacar en corta, media y larga distancia, con éxito, debería bastar para darle el merecido crédito a uno de los cuatro mejores vueltómanos de los últimos tres años (con diferencia) junto a Primoz Roglic, Tadej Pogacar y Richard Carapaz.
Pero no, al parecer para algunos, al igual que le sucedió en el Tour que se llevó en el 2019, lo de Bernal en Italia ha sido pura suerte. Salvo desgracia o caída, cuesta pensar que esta “suerte” no lo acompañe hasta Milán. Y esa misma “suerte”, no se les haga raro, tiene pinta de meterlo muy pronto en el selecto grupo de los mejores vueltómanos de la historia (ya completaría los dos cromos más complicados). Si el colombiano gana este Giro y algún día la Vuelta a España, podría convertirse en el octavo corredor en lograr la triple corona. Con mucha clase natural para el ciclismo, siendo ambicioso y versátil, sin duda es más fácil tener suerte. Oscar Trujillo Marín
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