He aquí algunos ejemplos de jornadas ciclistas dignas de figurar en un tratado de épica deportiva.
París-Brest-Paris (1.260 kilómetros): Maratón ciclista
En los albores del ciclismo, la distancia que los organizadores de las carreras se atrevían a fijar para sus recorridos resultan, a los ojos del aficionado actual, simplemente demenciales, considerando además las infraestructuras de la época y las características de las bicicletas.
Así, en 1891 Pierre Guiffard, uno de los pioneros en la difusión del ciclismo como deporte de competición desde las páginas del diario parisino Petit Journal, en el que trabajaba como redactor, promovió la organización de la descomunal París-Brest-París, de nada menos que 1.260 kilómetros de recorrido sin etapas intermedias. Se presentaron en la línea de salida 575 corredores de los que únicamente cuatro lograron llegar a la meta. El ganador, el francés Charles Terrot, invirtió en su proeza 71 horas y media, con un promedio de 16,814 kilómetros por hora. En la actualidad, la París-Brest-París es una prueba de cicloturismo que se disputa cada cuatro años, registrando niveles masivos de participación entre los aficionados.
En 1902, Henri Desgranges, que un año después pondría en marcha el Tour de Francia, organizaría, junto a Víctor Goddet, padre del que años más tarde sería también director de la Grande Boucle, una carrera de 790 kilómetros entre Marsella y París. El ganador se presentó en la meta con tres horas de adelanto respecto al segundo clasificado. Más de la mitad de los participantes no pudo concluir la carrera.
Bayona-Luchon: Una etapa dantesca del Tour de Francia 1926
El Tour de 1926 fue el de mayor kilometraje de los disputados hasta ahora. La etapa Bayona-Luchon se disputó bajo unas condiciones atmosféricas terribles, con una lluvia torrencial y una temperatura gélida.
La noche cayó sobre los ciclistas, que deambulaban por los puertos como fantasmas montados en bicicleta, o con ésta sobre los hombros. Los comisarios de la carrera permanecieron en la llegada hasta la medianoche, mientras varios vehículos buscan por la carretera a los corredores, muchos de los cuales se habían refugiado en caseríos, incapaces de continuar ateridos por el frío. (Tomado de “El Ciclismo” por Ildefonso García).
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