|
Al cruzar la linea de meta de la contrarreloj en Milán, el jefe de filas del INEOS-Grenadier se consideró --por fin-- vencedor del Giro de Italia 2021.
|
Por Alejandro Matiz.-
Ciclismo Internacional.-
Determinar algún factor principal que derivó en el título de Egan Arley Bernal Gómez es complicado. No porque no lo haya, sino debido a la existencia no sólo de uno, de varios que tuvieron una influencia igual o similar en este éxito de la perla colombiana. Sería desacertado colocar uno por encima del otro, ya que si alguno de ellos no hubiese hecho acto de presencia, la victoria no sería una realidad.
¿Cuáles son esos elementos? El título los enumera. Esas tres palabras constituyen la columna vertebral de esta conquista. Muy determinantes todos. Un hambre de triunfo plausible a lo largo de las dos semanas iniciales de competición, una cabeza fría para no ingresar en el desespero, asumiendo con tranquilidad las circunstancias de adversidad y un compatriota de oro que lo custodió en la debilidad.
El primero, admirable. Sería diferente la historia si el escarabajo de 24 años hubiese optado por exhibir su superioridad física desde una faceta más conservadora. Aquí la justificación para aquellos que dudaban de ese exceso de agresividad y atribuían esa actitud como un comportamiento innecesario. Como todos saben, fue ese porte ofensivo el que le otorgó a Bernal la cómoda diferencia que le dio un margen correcto a tal punto de hacer que su primera plaza no peligrase excesivamente en el segmento final.
Sí, el condimento de nerviosismo no hizo falta una vez se confirmó que las superlativas fuerzas ya no le pertenecían. No obstante, si se analiza fríamente, nunca existió una sensación real de que este Giro se le podía escapar de las manos. Por más trabajada que fuera, cada renta de segundos que obtenían sus adversarios (Simon Yates, especialmente) era casi insignificante ante la abultada ventaja poseída por el líder, dejándoles como única alternativa para darle un vuelco al decorado, el ataque lejano (y arriesgado). Y conociendo los obstáculos para ejecutar una maniobra de esas (motor, equipo, estrategia, suerte), era casi que imposible que la Maglia Rosa cambiara de dueño.
Pero a eso se suman dos cosas más: Una, el impacto emocional de esa invencibilidad que limitó las ganas de arriesgar a cargo de los más cercanos en la tabla general en esos 16 días. Dos, la apertura de otra perspectiva -olvidada hace unos años- sobre el concepto de repartición energética en esfuerzos de fondo y posturas para apropiarse de una demasía de fuerzas, que básicamente se expresan de esta forma: emplear la superioridad para distanciar lo máximo posible a los rivales, sin importar si sea primera o segunda semana, puesto que si el estado de forma es óptimo, habrá combustible para resistir las 21 jornadas sin llegar a la explosión. Al menos así lo practicó Bernal.
Aparte de que es una recompensa melancólica, ¿no? Un valiente, al que su codicia recogió frutos buscados y no le pasó factura en el remate de la cita, suceso que no siempre ocurre en el deporte de las bielas y pedales, puesto que si hay un tipo de corredores que rara vez reciben el premio merecido, son esos osados que corren al ataque.
Lo segundo, influyente. Si se quiere, una virtud calificada como ‘británica’, propia de su equipo, la de ir midiendo cautelosamente los vatios a mover, conocer los límites ayudados del potenciómetro, manejar una velocidad que permitiera al ciclista rodar sin el miedo de reventar, pero que asegurase una pérdida de tiempo sana, que no fuese abundante. También, el conservar la cordura, el no dejar que la cabeza quede en otro lado cuando las piernas se ven superadas y que se concentre al máximo para mantener vivas las ilusiones. Clave eso.
De nada le hubiese sido útil la brecha de más de cuatro minutos sobre Yates si en el primer ataque del inglés perdiera los estribos, llevando a su cuerpo a reventar por no ceder ni un metro ante el preponderante paso de ese contendiente. La tranquilidad e inteligencia cuando todo parece irse por al traste, son fortalezas determinantes que los galácticos como Egan -apoyado por sus compañeros más experimentados- deben saber administrar.
Dicha característica la aplicó a la perfección. Supo entender el momento en el que no era el más fuerte de la carrera y de que su tanque no daba para ir a cambios de ritmo, de que el camino más idóneo era el de ir a un paso más regulado, que igual le valía para no ver una disminución considerable de su colchón y garantizaba no sentir miedo. Incluso si la situación de competición lo ponía ‘contra las cuerdas’. No se salió de sus casillas. Actuó pulcro, transmitió estabilidad.
Lo tercero, maravilloso. Apunto antes que nada que me parece algo egoísta no elogiar a los otros lugartenientes que cumplieron una tarea fundamental, por lo que lo hago ahora para después redactar unas líneas sobre el más sobresaliente entre ellos. Filippo Ganna, un tractor para el llano e ideal para contribuir al control y ofensivas de su caudillo en dicho terreno; Gianni Moscon, una valía para la media montaña; Jhonatan Narváez, generoso; Salvatore Puccio, un trabajador experimentado y silencioso, pero eficaz. Jonathan Castroviejo, con un motor imparable, un eje para que el acompañamiento a Egan Arley fuese duradero y valioso.
Daniel Martínez, Martínez… Impecable, una clase fenomenal, apabullante. Miren, hay gregarios que ganan carreras y Daniel Felipe se transformó en uno de ellos. Lo mencionaba en otro lado, la evaluación del de Soacha no recae desde un valor numérico -Bernal no lo necesitó cuando fue monarca de la prueba-, sino desde lo cualitativo, debido a que en el instante en que debió aparecer y justificar el por qué era el soporte más sólido en la alta montaña, lo hizo con notoriedad.
Asimismo, no sólo fue ese apoyo deportivo, también mental. A cualquiera le movió las fibras el verlo pegar ese grito de ánimo al rosa en Sega di Ala cuando iba trancado y sin un gramo de fuerza, pero en especial al propio zipaquireño, que seguro que lo despertó en ese momento y le otorgó un segundo aire para no desconectar en la crisis más aguda que vivenció en la ronda itálica. Esos gestos no se olvidan y hablan mucho de lo fundamental que es para un capitán el aliento que puede brindar un compañero, de que al final no todo es cuestión de pulsaciones y numeritos. La cabeza es igual de importante.
Porque claro, en piernas lo de Daniel es encomiable. Sólo INEOS puede disponer de un corredor que aguante tirando puertos enteros y relegando a los demás opositores con una facilidad palpable para dejarle todo en bandeja de plata al capo de escuadra. Esos ciclistas valen muchísimo. En este texto no me involucraré en explicar qué más debe hacer Dani para ser jefe de filas. Ese es otro debate aparte, me quedo con el hoy, el presente, que marca de que un gran porcentaje de la gloria de este fascinante colombiano se halla en el talento de uno de sus compatriotas, que le salvó la papeleta cuando lo requirió.