No murió un ángel como algunos medios nos quieren hacer creer.
Murió un buen jugador de baloncesto que hizo muchas cosas buenas fuera del tabloncillo como también otras no tan buenas, o quizás terribles.
Kobe, como tú y como yo, era de carne y hueso. De impoluto nada. Tuvo sus tropiezos.
El periodismo moderno, a la hora de la muerte de cualquier personalidad, se empeña en mostrarnos sólo una parte de la vida del protagonista. La otra la mandan al puro ostracismo, pero resulta que esta existe, y con sus víctimas sufriendo el silencio de esas páginas grises que los grandes medios suelen obviar de manera voluntaria.
Es posible que sea hasta políticamente incorrecto recordar esos estiércoles de vida cuando se produce la muerte, pero resulta que la hemeroteca está ahí guardando archivos de hechos reales que para muchos son imborrables.
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