Cuando Maurice Gibb de los Bee Gees se casó con la estrella del pop británica Lulu en 1969, fue un momento deslumbrante - dos jóvenes iconos de la música enamorados, radiantes en la portada de cada revistas, su unión se celebró en todos los continentes.
Pero detrás del glamour y las lámparas de flash había un matrimonio discretamente bajo el peso de la fama, la adicción y la soledad que a menudo sigue el centro de atención.
Al principio, eran inseparables. Ambos en la cima de sus carreras, ambos llenos de vida y ambición. Pero pronto, lo mismo que los unió - la música - comenzó a separarlos.
Maurice, el tierno medio Gibb, luchó contra la dependencia del alcohol, una lucha que más tarde describiría como "la oscuridad que robó el tiempo que nunca recuperaré. ”
Lulu, mientras tanto, estaba subiendo rápido en su carrera como solista y tomando papeles en cine y televisión, un ritmo de vida que dejó poco espacio para reparación.
"Éramos dos jóvenes estrellas que se amaban", dijo una vez Lulu. "Pero no sabíamos cómo vivir juntos. Y Maurice... Estaba sufriendo más de lo que sabía”.
Se divorciaron en 1973, solo cuatro años después de su boda de cuento de hadas.
No hubo peleas públicas. Sin escándalos. Solo dos corazones que ya no podían encontrar un ritmo juntos.
Y aunque sus vidas siguieron adelante - Lulu se volvió a casar, Maurice encontró el amor de nuevo - ambos admitieron en los últimos años que había amor verdadero entre ellos, enterrado bajo los escombros de la juventud, la presión y el dolor personal.
¿Tal vez la verdad más desgarradora?
Nunca dejaron de importarles.
Lulu estaba visiblemente sacudida cuando Maurice falleció en 2003, diciendo que había "perdido un alma gentil que nunca dejó de ser amable. ”
Y Maurice, en una de sus últimas entrevistas, llamó a Lulu "una de las mujeres más grandes que he conocido. ”
El divorcio no se trataba de la traición, sino del momento. Sobre dos personas que amaron profundamente pero vivieron demasiado rápido.
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