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sábado, 2 de febrero de 2019

El pedalista español Federico Martín Bahamonte (El Águila de Toledo) fue el primero en superar puerto de alta montaña Restefond-La Bonete (2.802 metros de altitud), la cima más alta del Tour de Francia



Imagen tomada de www.cyclingweekly.co.uk

Nos resulta un tanto complicado el poder exponer en estas columnas unos acontecimientos, unas anécdotas, o bien unos exponentes estadísticos en torno al Tour de Francia, una prueba a todas luces cautivadora, que alberga una extensa y dilatada historia. 

Nuestra intención, sin embargo, a través de la publicación “El Cuaderno de Joan Seguidor”, es tratar de revivir algunos recuerdos más o menos impactantes que han ido aconteciendo en el transcurso de sus ediciones, cuyo primer capítulo se inscribe en el año 1903, con la victoria del francés Maurice Garin, nacido en la localidad italiana de Arviers en el mes de marzo de 1871, pero nacionalizado con prontitud en nuestro vecino país, en donde su familia se asentó al acomodarse a unas mejores perspectivas económicas.

El primer oficio del citado ciclista no pudo ser otro que el de deshollinador de chimeneas, un trabajo ingrato y a la vez terriblemente penoso. Cuando llegó a la fama dándole a los pedales se le llamaba “Le petit ramoneur” (El pequeño deshollinador). 

Tenemos en proyecto, pues, de ir exponiendo someramente sobre el tapete de manera periódica algunas que otras vivencias que han contribuido a dar colorido y grandeza a la popular ronda gala, la más importante de las carreras ciclistas. 

Queremos transparentar algo de lo mucho que atesora el Tour de Francia a lo largo de su densa historiaLo que vamos a relatar podrá servir al menos para refrescar siquiera algunos de los alucinantes recuerdos que nos ha deparado este deporte.

Nos daríamos por satisfechos, repetimos, si al divulgar algunos de estos sucesos elegidos los lectores sintieran en su fuero interno el alcance inaudito de este abigarrado mundo de las dos ruedas en el que estos forjadores de kilómetros han debido soportar contra viento y marea duros trances, o bien por lo contrario, los desatados entusiasmos de las multitudes ante unos héroes envueltos por la gloria deportiva. 

¿Cuál ha sido la cima más alta superada por el Tour? 

La cumbre con la cota más elevada coronada por el Tour se sitúa en el año 1962; es decir, una fecha no tan lejana como uno pudiera creer. La primera acometida viene a cumplimentar algo más de medio siglo de existencia.

Nos referimos concretamente al puerto de alta montaña denominado Restefond-La Bonete, de nada menos 2.802 metros sobre el nivel del mar, una dificultad inédita y de primer orden. Fue allí precisamente en dónde el español Federico Martín Bahamontes, un hombre de nuestra tierra, consumado e inolvidable escalador, más sufrió en su vida dándole a los pedales cuesta arriba, según nos manifestó de viva voz no hace muchas semanas al atender a una de mis preguntas. Nuestra amistad viene de años y de ahí que nos permitamos con cierta asiduidad el poder compartir e intercambiar impresiones acerca de cualquier tema ciclístico. Siempre uno saca enseñanzas y asimila mejor ciertos acontecimientos pertenecientes al pasado. El llamado comúnmente como “El águila de Toledo”, así se le solía y aún se le suele apelar, posee un montón de hechos dignos para ser contados. 

El citado puerto con su carretera debidamente asfaltada, fue inaugurado oficialmente y con toda pompa por las autoridades francesas el 1º de octubre del año 1961. Justo al año siguiente, en merecido homenaje a la obra realizada, los organizadores del Tour de Francia tomaron la decisión de hacer transitar a los corredores por esta cima que aludimos de silueta chocante, agresiva y dantesca, emplazada en el Parque Nacional de Mercantour, en la zona céntrica de los Alpes, que atesora animales y vegetales poco comunes para lo que uno está acostumbrado a conocer. Su situación es más bien árida, salvaje y de casi permanente soledad. La senda que por allí se transita se la denomina oficialmente como la carretera imperial, por donde cruzó en su tiempo el emperador Napoleón III y sus huestes, en una efeméride conmemorativa que tuvo lugar en el año 1860 bajo un trazado forestal tortuoso y polvoriento. 

Una consecuencia de lo expuesto como preámbulo, cabe señalar que fue Bahanontes, nuestro representante español, el que se permitió el lujo de pasar en primera posición este puerto no solamente en 1962, sino igualmente también al cabo de dos años en la que los organizadores del Tour volvieron a las andadas, haciendo circular a los corredores en sentido contrario; es decir, dirección de norte a sur, salvando una distancia de 24 kilómetros y una pendiente con un porcentaje medio del orden del 7%. Bahamontes pasó por dos veces en primera posición. 

Circunstancia extraordinaria fue el de que el toledano Bahamontes, se proclamara ganador absoluto del Gran Premio de la Montaña en las dos mencionadas ediciones. Conviene recordar que nuestro ciclista consiguió el reinado de las cumbres en el Tour, una especialidad atractiva en tiempos de antaño, en nada menos seis ocasiones (1954, 1958,1959, 1962, 1963 y 1964), lo cual nos debe enorgullecer a los españoles. Sin embargo, lo que son las cosas, hubo un corredor, el francés Richard Virenque, que con insistencia y voluntad consiguió superar al toledano en este preciado galardón al alcanzar en nada menos siete ocasiones la corona como rey de la montaña (1994, 1995, 1996, 1997, 1999, 2003 y 2004).

Apostamos a decir aquí que Virenque, aun siendo un belicoso y un buen ciclista, no tenía la estirpe de ser un puro escalador nato. Son oportunidades o casualidades de la vida que irrumpen sin un merecimiento expreso.

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