Por Raúl Bretón.-
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Un perro me ha mirado a los ojos. Es cierto eso que dicen que los perros hablan con la mirada. La expresión de sus ojos puede transmitir ternura, lealtad, miedo y hasta odio.
El perro es incapaz de fingir o ironizar con su mirada. Es un código comunicativo tan inocente y puro que no da espacios a los engaños o manipulaciones.
El ser humano es todo lo contrario. Es capaz de disfrazar una mentira con una mirada de aparente honestidad, utilizando mecanismo evasivos, escondiendo verdades y desdibujando realidades con retóricas coherentes.
Pero muchas veces la mirada lo traiciona. Basta muy poco para adivinar la realidad y descubrir el mensaje encubierto del mentiroso. Vale un simple gesto, un bache de dos segundos, un esquive de mirada, un ademán infrecuente o una confusa expresión corporal para que el castillo de naipes del fabulador caiga por sí solo.
"Mentir es un vicio terrible", decía el escritor y humanista francés Michel Eyquem de Montaigne. "La mentira tiene patas muy cortas", dice Vargas Llosa.
Hay palabras que con los años uno va aprendiendo a escribirlas con mayúsculas: LEALTAD, SOLIDARIDAD, HONESTIDAD, tres características que los perros llevan desde su nacimiento hasta su muerte, sin importar que su amo sea rico o indigente.
Los humanos tenemos mucho que aprender de los perros. Adiós, me toca pasear a mi insistente y siempre inmadura Luna, una montaña de ternura que me ha cambiado la vida.
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