El danés, que resistió los ataques de Pogacar en Spandelles y que incluso aguardó a su rival cuando se fue al suelo en la bajada, triunfa gracias a su fortaleza y al trabajo del Jumbo y un asombroso Van Aert.
Jonas Vingegaard sentencia el Tour de Francia 2023 tras su actuación en la 17ª etapa, en la que aventaja en más de cinco minutos a Tadej Pogacar, que cedió en la subida al Col de la Loze a 15 kilómetros de meta. La victoria en Courchevel fue para el austriaco Felix Gall, mientras que Adam Yates da un golpe de autoridad a Carlos Rodríguez en la lucha por el podio.
Ganó el Tour como los grandes, una imagen para la historia, un menudo danés de amarillo, con los brazos en alto en Hautacam, mano al corazón, beso al cielo. Jonas Vingegaard coronó su extraordinario ejercicio de resistencia con una victoria solemne en los Pirineos, el colofón que despeja cualquier duda sobre su fortaleza. Acabó con Tadej Pogacar, un rival que le engrandece, el que no cesó en su acoso hasta que ya no le quedó un gramo de energía en sus piernas. Un líder indiscutible en el esfuerzo, un líder de grandeza en la pelea: en la bajada de Spandelles, cuando el tipo que le quería arrebatar la gloria se fue al suelo, le aguardó y le tendió la mano, la postal de este Tour asombroso.
Todo empezó en los Alpes y todo acabó en los Pirineos. Como en Granon, donde inauguró su leyenda, Vingegaard sólo necesitó una bala para sentenciar. Un disparo certero a cuatro kilómetros de la cima que coronaba otra estupenda lección de estrategia del Jumbo. Aventajó en más de un minuto a Pogacar y acudirá el sábado a la contrarreloj de Rocadamador con una ventaja insalvable de más de tres. Llegó el esloveno derrotado, sangrante como un ecce homo, desesperado, heroico también en su caída. No podían quedar los dos en pie.
En esa bajada de Spandelles se resumió toda la emoción de este Tour, de dos héroes en una batalla imborrable. El ansia de Pogacar, que quemó todos sus barcos infatigablemente en la inédita ascensión, hasta en cinco ocasiones demarró -en el último, a dos kilómetros de la cima, pareció por un instante que al fin le dejaba de rueda, pero volvió a reaccionar Jonas-, le llevó a jugársela también en la bajada. Apretó hasta el punto de buscar el error. Y así fue, el ajeno y el propio. Un fallo mecánico, el salto de un cambio, no llevó al suelo al líder de puro milagro. La suerte también exige su parte. Dominó su bici, recuperó pulsaciones y regresó a su labor, a meterse en el bolsillo de su rival. Entonces, el susto de Pogacar, pasado en una curva, tocó la arena de la cuneta y se fue al suelo. Pudo recuperar la compostura, rasguños y rabia. Y, entonces, un gesto de deportividad para no olvidar. Con aún Hautacam en el horizonte, Vingegaard frenó, aguardó a su Némesis, le tendió la mano como hacen tras cada combate, se interesó por su estado físico y siguieron cabalgando hacia su inseparable destino.
EL ATAQUE FINAL
Sea por la caída o por el agotamiento, Pogacar ya no lo iba a volver a intentar. Fue entonces la hora del Jumbo y de un tipo inclasificable. Wout Van Aert, que se ha pasado más de medio Tour en fuga, que viste de verde, que atacó en la misma salida de Lourdes y se quedó sólo junto a Daniel Felipe Martínez en la escapada del día, aguardó a su compañero y lo reventó todo. Protagonista absoluto. Cuando fue absorbido y Kuss cesó en su trabajo, el belga puso un ritmo mortal que despedazó a Pogacar. Entonces, vía libre para Vingengaard hacia la gloria.
La etapa definitiva se había inaugurado en el Aubisque, que fue un desorden en el que todo el mundo se creía con el ímpetu necesario para intentarlo. Había más gente por delante (incluido Enric Mas, al fin) que en el grupo del líder, donde el control del Jumbo Visma lo había dejado en poco más de 25 unidades. No se aclaró el caos hasta que llegaron sus rampas más exigentes, hasta que el calor y la altitud pusieron las cosas en su sitio. Entonces sí, la fuga hizo camino, con 17 unidades y otros, como el infatigable Luis Mentjes o Luis León Sánchez, intentando engancharse por detrás.
Parecía una gran ocasión para Mas tras un Tour desconcertante, en sus palabras y en sus acciones. Y, sin embargo, inexplicablemente, en la bajada -bloqueado, sin confianza, sin ánimo- perdió comba y sólo la ayuda de Gorka Izagirre hizo que pudiera engancharse con Mentjes y el impresionante Luisle, el hombre más rápido en el Aubisque (40:41). El balear pronto perdió cualquier tipo de opciones: entró a más de siete minutos y no estará ni entre el Top 10 del Tour.
Pogacar se mantenía a la expectativa. No pudo repetir su compañero Berg la selección del día anterior, pero tampoco podía dejar pasar los kilómetros sin intentarlo. Fue en Spandelles donde quemó a McNulty, su único peón ya, no tan pletórico como en la previa. Donde atacó hasta en seis ocasiones, donde volvió a comprobar que era imposible separarse de su sombra, donde supo que no podrá contar tres Tours de carrerilla.
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