El francés Bernard Hinault y el norteamericano Greg Lemond en el Tour de Francia 1986. (Foto: Fuente Externa). |
Por Historias de Ciclismo.-
Allá en Francia hay un pueblo llamado Yffiniac. Queda sobre el canal de la Mancha. Tendrá en estos días un poco más de cinco mil habitantes. El señor lector tal vez cruzó por allí si fue de Paris a Brest en tren.
Tal vez ya no quedan durmientes en las vías del ferrocarril de los que colocaba el padre de Bernard, cuando vino al mundo. El trabajaba en eso y la mamá, hasta que quedó embarazada ayudaba en la granja familiar.
A Bernard desde pequeño lo mandaron en bicicleta a la escuela. Primero a una que quedaba cerca, digamos cinco kilómetros, y luego en lo que sería la secundaria, a unos veinte.
Bernard tenía un primo que corría en bicicleta. Viendo al pariente, que no ganaba ni mucho menos, se le ocurrió que él también podría intentar el oficio.
Entonces habló con el entrenador del club Briochin, un tal Robert Leroux, exigente individuo que entendía que el único modo de saber si una persona servía para ser ciclista era mandarlo a hacer 120 kilómetros el primer día.
Su teoría era que si el candidato tenía catorce o quince años y cumplía tal asunto tenía voluntad de sufrir, y eso era indispensable según el director técnico, para enseñarle el resto.
Así que cuando se presentó Bernard con pretensiones de ser ciclista lo mandó a hacer tal cosa, y cuentan que el joven volvió con unos 160 kilómetros recorridos porque, según dijo, no tenía otra cosa que hacer ese día.
Así que más temprano que tarde lo anotaron en una carrera amateur. Dio tres o cuatro vueltas a la cola del pelotón mirando a los buenos, porque no es cuestión de molestar y, en la cuarta o quinta vuelta, se mandó a mudar, porque, según informó luego, esa gente andaba muy despacio.
Así que lo salieron a correr los buenos de los cuales solo quedó uno, mayor que él, y consagrado en la zona, que lo alcanzó. En un falso plano embalando el joven Bernard le ganó el embalaje final, con su novísima bicicleta “Gitane”, que le había comprado al primo.
No es que le sobrara la plata para comprarse una bici, Bernard trabajaba en una gasolinera, y dedicó todos sus ahorros al material.
Recomendaciones de Leroux al joven Hinault
Ganó esa y unas cuantas carreras mas, entonces Leroux le explicó, dos o tres cosas que eran las que el más o menos sabía sobre este asunto del ciclismo.
La primera era que tan importante como entrenarse era comer y descansar bien. Un ciclista que no sabe comer antes, durante y después de la carrera y sabe qué comer no puede llamarse ciclista. Y descansar es el secreto para poder seguir al día siguiente.
Benard Hinault, portando la camiseta amarilla en uno de los cinco Tour de Francia que conquistó. (Foto: Fuente Externa). |
La segunda es que cualquier joven que quiera ser un buen ciclista de ruta, primero tiene que intentar algunos asuntos en la pista. Va por buen camino si gana el kilómetro y la persecución. Después de eso puede salir a domar subidas y vientos.
Y la tercera es que el deporte ese de la bici es un ejercicio de espartanos. Sirve para modelar resistencia, carácter y aguantar penurias. Que pocas veces se logran satisfacciones, pero que tal vez, sí sé logra una todos los días, que es superar un poquito "al no se puede" que ronda en la cabeza de cada uno.
Debieron ser buenos los consejos del tal Leroux, porque después del servicio militar Bernard ganó el campeonato de persecución y de kilómetros aficionados de ciclismo pista de Francia, y luego ya profesional, ganó cinco veces el Tour de Francia.
Bernard Hinault se hizo así un nombre de leyenda en Francia, y nació allí en el lejano Yffiniac, lo cual quiere decir que ciclista ciclista puede salir cualquiera de cualquier parte, esencialmente en Francia, sobre todo si por el camino se encuentra con un buen entrenador que lo guíe por buenas cuando es joven.
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