Por Raúl Bretón.-
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Canelo decepcionó. No se puede caer en la euforia con la trampa de un triunfo por decisión unánime con características únicas que dejaron escenas propias del celuloide para la industria cinematográfica, cuando el guión previamente pautado indicaba que el mexicano tenía que ganar fácil y contundentemente por la vía del nocaut para satisfacer las expectativas de los más de 60 mil aficionados que colmaron el Akron, el hermoso estadio en donde juegan las Chivas de Guadalajara.
Retornó a México, a su ciudad natal, escenario soñado, ring pequeño para achicar espacios a la presa, rival inglés (Canelo es especialista derrotando británicos) un Ryder entrado en edad, en el ocaso de su carrera, con derrotas acumuladas en sus últimos combates, y la presentación más espectacular que un boxeador haya recibido antes de ascender al cuadrilátero. Es decir, el ambiente perfecto para que Canelo pudiera disimular una realidad boxística que ya le dicta que sus mejores días sobre un ring pertenecen al pasado.
Dominó, de eso no cabe la mínima duda, pero lo que mostró es una evidencia de lo que ha sido Canelo durante los dos últimos años: un pugilista que va camino al retiro porque la pérdida de sus facultades han mermado de una manera bastante explícita. Lento en sus movimientos laterales, poca contundencia con el gancho a la zona hepática que años atrás neutralizaba rivales, un jab, que a pesar de causar daño en el rostro de un Ryder de instintos dormidos, no es ni la sombra de lo que fue. Incapaz de ganar por la vía rápida por la carencia de las fuerzas que el reloj biológico le ha ido negando.
Canelo ya es un boxeador aburguesado, metido en una zona de confort en la que asume pocos riesgos, pero conocedor de que aún es un boxeador taquillero y buen vendedor de Pagos Por Ver. Eso no es suficiente para soterrar lo que muestra sobre el ring.
Bivol lo desnudó en ese fallido intento por invadir nuevamente un peso prohibitivo para él como las 175 libras, protagonista de un tercer estéril y esperpéntico espectáculo contra Golovkin, y ahora contra un Ryder que sirvió como arlequín para la triste función que plantó la certidumbre que Canelo ya no está para los medianos fuertes de la actualidad como David Benavídez y Osvary Morrell.
Lo digo porque en su momento de primavera lo consideré como el mejor boxeador libra por libra. Hoy, tras ver pasar su verano, los hechos demuestran que Canelo ha entrado en su carrera a la etapa más cruda del otoño.
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