Por Emilio V. Escudero.-
Espías, drogas, alcohol, dinero, corrupción… Los ingredientes dan para un buen guión de Hollywood, pero son el triste reflejo del deporte ruso durante, al menos, el período que va desde finales de 2011 y agosto de 2015.
El dopaje masivo de Estado en Rusia se confirmó tras la publicación del informe elaborado por Richard McLaren, cuya investigación independiente ha determinado que el Gobierno de Vladimir Putin, las autoridades deportivas del país y los servicios secretos se pusieron de acuerdo para establecer un programa que escondiera los positivos de sus mejores atletas con el objetivo de brillar en los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Sochi en 2014, los primeros que albergaba el país en toda su historia.
Una investigación que pone en peligro la participación de Rusia en Río 2016. El Comité Olímpico Internacional (COI) decidirá hoy sobre esa cuestión en una reunión de urgencia de su Comisión Ejecutiva, aunque la Agencia Mundial Antidopaje ya le ha pedido la exclusión de los Juegos.
Fue hace dos meses cuando el doctor Rodchenkov, antiguo director del laboratorio antidopaje de Moscú, denunció en una entrevista al «New York Times» el dopaje sistemático que Rusia había llevado a cabo durante al menos cuatro años con el objetivo de liderar el medallero en los Juegos Olímpicos de Sochi 2014. Según su versión, corroborada ahora en el «Informe McLaren», desde 2011 se ideó un sistema que permitía a un grupo de deportistas elegidos por el Gobierno competir dopados, escondiendo esos positivos gracias al trabajo de los servicios secretos (FSB, el antiguo KGB) y de diferentes miembros del Ministerio de Deportes.
Durante esos años, cada vez que se detectaba un positivo se le comunicaba a Nagornykh, viceministro de Deportes, que en connivencia con Vitaly Mutko, el ministro del ramo, decidían si salvaban o no al atleta en cuestión. Normalmente, si se trataba de una promesa o de un posible medallista se le aplicaba la protección. Si no, se dejaba que el procedimiento siguiera su curso normal.
Durante los Juegos de Sochi, donde la vigilancia de oficiales internacionales era mayor, el sistema se sofisticó. Meses antes de la cita olímpica, se almacenaron muestras de orina «limpias» de atletas que se iban a dopar -lo hacían con un cóctel de anabolizantes mezclados con whisky o vermut- para mejorar su rendimiento. Ya durante los Juegos, las muestras oficiales recogidas por los miembros del COI sufrían un «cambiazo» brutal.
Durante la noche -según recoge el informe-, el encargado de almacenarla orina las enviaba a la «sala de operaciones» a través de un pequeño agujero abierto en la pared del laboratorio. En esa sala contigua esperaban miembros del servicio secreto, apodados «magos», que se llevaban las muestras durante dos horas para quitarles el precinto con un método secreto y volvían a la sala de operaciones con los botes abiertos y la orina limpia que se había almacenado meses antes. Rodchenkov y sus ayudantes intercambiaban los fluidos, les añadían sal común para equilibrar las muestras y los volvían a sellar y a devolver al laboratorio a través de la misma ratonera. Un sistema rápido y limpio que permitió a Rusia liderar el medallero en Sochi, pero que puede convertirse ahora en su mayor pesadilla.
El COI decide hoy sobre Río
Tras conocer los resultados del informe, la Agencia Mundial Antidopaje solicitó al COI la inmediata exclusión de Rusia de los Juegos de Río. Un extremo sobre el que la Comisión Ejecutiva del COI decidirá hoy. «Los resultados del informe muestran un ataque impactante y sin precedentes a la integridad del deporte y de los Juegos Olímpicos. El COI no dudará en tomar las más duras sanciones contra cualquier individuo u organización implicada», reconocía Thomas Bach, presidente del COI.
En Rusia se confía en que los últimos meses de controles independientes permitan a sus atletas estar en la cita olímpica, mientras que Putin advertía que una exclusión devolvería al deporte olímpico a la época de los boicots. «El movimiento olímpico, que juega un gran papel unificador para la humanidad, se encuentra de nuevo al borde de la división. No se puede convertir al deporte en instrumento de presión geopolítica y para formar una imagen negativa de un país», apuntó el presidente ruso.
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