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miércoles, 12 de febrero de 2025

La Familia Ingalls fue una historia real llevada a la televisión



PEPIN, Wisconsin, Estados Unidos de América.- Era un frío 10 de enero de 1865 cuando Mary Amelia Ingalls vino al mundo en una pequeña cabaña en el condado de Pepin, Wisconsin. Sus padres, Charles y Caroline Ingalls, la recibieron con amor, sin imaginar que su historia quedaría ligada para siempre a las páginas de la literatura gracias a su hermana menor, Laura.
Mary creció como una niña tranquila y obediente, con una inteligencia brillante y una curiosidad insaciable. Le encantaba leer, coser y escribir poesía. Su mundo estaba lleno de colores, de la calidez de su hogar y de los juegos con sus hermanas: Laura, Carrie y Grace.
Pero todo cambió en el verano de 1879.
A los 14 años, Mary enfermó gravemente. Fiebres intensas la dejaron postrada en la cama, y cuando finalmente la fiebre cedió, un nuevo temor se hizo presente: Mary ya no podía ver.
—¡No veo nada! —susurró con angustia.
Su familia la rodeó, dándole palabras de aliento, pero la realidad era innegable. La enfermedad la había dejado ciega. Su hermana Laura, con quien siempre había sido inseparable, se convirtió en sus ojos. Le describía todo lo que la rodeaba, le leía libros y juntas continuaron sus estudios.
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La vida de Mary cambió drásticamente, pero ella no se dejó vencer. En 1881, se inscribió en el Colegio para Ciegos de Iowa, donde durante siete años aprendió de todo: literatura, matemáticas, ciencias y hasta trabajos manuales como tejido y fabricación de escobas. Se convirtió en una mujer culta, independiente y resiliente.
Después de graduarse en 1889, regresó a De Smet, donde vivió con su familia, dedicándose a la música, la lectura y la costura. Aunque tuvo un pretendiente que le pidió matrimonio, Mary nunca se casó. En cambio, encontró felicidad en su rutina y en la compañía de su madre.
En 1912, tras la muerte de su padre, su madre le vendió la casa por el simbólico precio de un dólar y "todo el amor y cariño" que compartían. Mary siguió adelante, rodeada de sus hermanas, quienes siempre la visitaban y cuidaban de ella.
Pero el destino le tenía preparada otra prueba. En 1924, su madre falleció, dejándola devastada. Su hermana Grace y su cuñado se mudaron con ella para acompañarla, mientras que Carrie la visitaba constantemente.
En el invierno de 1928, Mary viajó a Keystone, Dakota del Sur, para pasar un tiempo con Carrie. Fue allí donde, tras una caída y un accidente cerebrovascular, tuvo que ser hospitalizada. Su frágil cuerpo ya no resistió más. El 27 de octubre de 1928, a los 63 años, Mary Ingalls falleció.
Su cuerpo fue llevado de regreso a De Smet, donde descansaría junto a sus padres en la parcela familiar del cementerio.
Aunque su historia quedó en la sombra de la fama de Laura, Mary Ingalls dejó una huella imborrable. Fue una mujer que, a pesar de la adversidad, nunca dejó de aprender ni de aferrarse al amor de su familia. Y, aunque nunca escribió libros, su vida quedó inmortalizada en las páginas de La Pequeña Casa en la Pradera, donde su espíritu sigue vivo, al lado de su querida hermana Laura.

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