Babe Ruth, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, se distinguió por su gran afición al whisky y a las cervezas. |
Por Horacio Nolasco (Especial para De Ciclismo & Más).-
Pete Rose, el más grande hiteador de la historia, ha vuelto a la palestra pública por su relación con el mundo de las apuestas. Rose no entrará al Salón de la Fama, mas, en esta ocasión trataremos sobre los vicios y defectos de algunos jugadores inmortales.
Rose, quien admitió haber apostado como dirigente, ahora se descubre que también lo hizo en su última temporada como jugador en 1986. Con este nuevo capítulo, Pete Rose cierra toda posibilidad de reinsertar su figura en MLB.
En esta ocasión no me voy a referir a los esteroides, las drogas o las debilidades de los jugadores de años recientes, no, son jugadores miembros del Salón de la Fama, con carreras y registros brillantes, pero llenos de tachaduras.
Rogers Hornsby (El Rajah), una de las grandes figuras del béisbol (.358, 152 remolcadas en 1922, tres veces bateo sobre .400). Su personalidad fue tan terrible que formó parte del Ku Klux Klan y en el amplio sentido de la palabra era un ser insostenible.
Hornsby y Ty Cobb eran dos misántropos, despreciaban a todo el mundo, aun a los blancos (Cobb estuvo ligado a un homicidio y era alcohólico). Tris Speaker (.345 de promedio) era miembro prominente del KKK, en tanto Cap Anson (.333) y Dizzy Dean (inmortal con apenas 150 triunfos) fueron dos propulsores en contra de la presencia de los negros en Ligas Mayores.
Robert -Lefty- Grove, ganador de 300 juegos, nueve veces ganador del liderato de efectividad. Ese señor no firmaba pelotas, no hablaba con reporteros, odiaba los novatos, los fanáticos y jamás le gustaron los niños.
El grupo de los inmortales alcohólicos lo encabeza Babe Ruth, la leyenda del juego que incluía una chata de whisky en su desayuno. El Sultán tenía todos los vicios de la época y era amigo de los capos legendarios de esos años. Ruth tiró toda su fortuna, con todo y ser el empleado mejor remunerado de Estados Unidos en su época dorada.
Mickey Mantle (536 jonrones), un jugador adorado por todos, no obstante, el alcohol fue más fuerte y dominante que cualquier lanzador de las Mayores en su vida. Fue un usuario de las hoy prohibidas anfetaminas y su vida fuera del béisbol fue un desastre.
Jimmie Foxx (con 32 años ha sido el jugador más joven en alcanzar los 500 jonrones), debutó en las mayores a los 17 años. El alcohol acabó con su carrera, su vida y terminó dirigiendo un conjunto femenino en la época de la Segunda Guerra Mundial.
Grover Cleveland Alexander ganó 28 juegos como novato en 1911, acumulando 373 victorias en su carrera. El alcohol le produjo una vida miserable, murió abandonado y en una pobreza extrema. Al Simmons (.334, 1,828 remolcadas), fue otro bebedor empedernido. El alcohol le produjo trastornos nerviosos, muriendo en la inopia.
Jhonny Mize (.312, 1,337 carreras remolcadas y tres años en la Guerra) fue un jugador con un genio tan difícil que era odiado por sus propios compañeros de equipo; enemigo de la prensa a tal punto que decía que su bate hablaba por él. Eso le valió un castigo, ingresando al Templo de los Inmortales 28 años después de su retiro.
Pete Rose arruinó su vida en el mundo de las apuestas, no obstante, el grupo de inmortales mencionados no son el mejor ejemplo para el mundo y el legado del béisbol.
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