La imagen se hizo viral: la del portador del maillot amarillo, llorando, devastado por el dolor y la decepción. Debilitado por una tendinitis en la rodilla, Stéphane Heulot aguantó, pero en el Cormet de Roselend, uno de los puertos más hermosos de los Alpes, se vio obligado a abandonar la carrera.
El ciclista bretón había minimizado la lesión, pero las condiciones de la carrera, en particular la lluvia que había persistido durante dos días, y la intensidad del Tour de Francia 1996, finalmente superaron su coraje.








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