Por JAVIBI.-
Hay imágenes que parecen sacadas de un sueño: Bruce Springsteen y Sting, dos leyendas que han marcado generaciones enteras, sentados juntos en las gradas del US Open. No es un escenario, no hay reflectores ni guitarras colgadas al hombro… solo dos tipos que cargan encima la historia viva del rock, disfrutando como cualquier mortal un partido de tenis.
Springsteen, el “Boss”, el cronista eterno de la clase trabajadora americana. Sting, la voz elegante de The Police y un poeta que se reinventó mil veces. Dos caminos distintos, pero ambos convertidos en brújulas de la música del siglo XX.
Verlos así, tranquilos, compartiendo charla entre saque y saque, es casi un recordatorio brutal: los verdaderos gigantes no necesitan gritar su grandeza, la llevan tatuada en la piel, en las arrugas, en la forma en la que el tiempo los vuelve más humanos y más inmortales al mismo tiempo.
La pregunta es inevitable: ¿te imaginas un disco o un escenario compartido por estos dos monstruos? ¿Cómo sonaría la voz desgarrada de Bruce chocando con la elegancia filosa de Sting? Un sueño que, aunque quizá nunca pase, nos deja fantaseando con el poder de la música.
Lo demás… es historia.
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