SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Hay una triste anécdota acerca de la muerte de James Dean, en el sentido que le predijeron su fallecimiento con una semana de antelación.
Concretamente fue el actor Alec Guinness, un formidable y exquisito profesional de la interpretación, no precisamente conocido por sus dotes premonitorias. La cuestión es que coincidieron a la entrada de un restaurante justo una semana antes del lamentable accidente mortal.
James Dean, que era un gran admirador de Alec Guinnes, quiso compartir con él su alegría de haberse comprado su nuevo coche de carreras, concretamente un Porsche 550 Spyder, al que Dean le puso el apelativo de “pequeño bastardo”.
Alec Guinnes, al observar el coche, le comentó a James Dean que se olvidara de ese coche, que no lo condujera, pues si lo hiciera, en una semana fallecería conduciéndolo.
Lamentablemente, la premonición de Alec Guinnes se cumplió y justo una semana después de su encuentro casual, como cosa del destino, James Dean se estrelló mientras se dirigía en su flamante Porsche a una carrera automovilística.
Un icono gigante y rebelde sin causa, que descansa eternamente al este del edén, y que dejó una huella indeleble en la época del dorado Hollywood.
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