Por Carlos Arribas (El País).-
MADRID, España.- El lunes a media tarde una campeona olímpica rusa y rubia declaró a la prensa que había dado positivo por un medicamento llamado meldonium. Pese a su indudable peso en su deporte, el anuncio de la patinadora Ekaterina Bobrova, oro en los Juegos de Sochi 2014 junto a su pareja, Dmitry Soloviev, solo comenzó a cobrar importancia mediática cuando horas después, como en un eco ligeramente retardado, otra gran deportistas rusa y rubia, la tenista Maria Sharapova, admitió en una conferencia de prensa en Los Angeles, que había dado positivo en un control antidopaje por un medicamento llamado Mildronate que llevaba tomando desde hacía 10 años.
“No sabía que estaba prohibido desde el 1 de enero”, dijo la ganadora de cinco torneos del Grand Slam, quien también admitió que ni siquiera sabía que el Mildronate era el nombre comercial con que un laboratorio letón vendía en todos los países del Este el meldonium, una molécula de la que muy poca gente había oído hablar hasta el lunes, y menos aún antes del 30 de septiembre de 2015, cuando la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) anunció, con tres meses de antelación, que figuraría en la lista de sustancias prohibidas que entraría en vigor el 1 de enero de 2016. Desde entonces, y pese al aviso previo, en los 67 días que han transcurrido del nuevo año, al menos 14 deportistas (seis luchadores georgianos, un ciclista ruso, dos maratonianos etíopes, una fondista sueco-etíope, dos biatletas ucranios y una patinadora y una tenista rusas) han dado positivo por un producto que ni siquiera su inventor, el bioquímico de Riga Ivars Kalvins, sabe cuáles pueden ser sus efectos sobre el rendimiento ni su mecanismo de acción.
Solo se sabe que está en la lista de dopaje en la vaga categoría de moduladores hormonales porque tras descubrirlo de chiripa en la orina de más de 100 deportistas rusos en el laboratorio de Colonia las autoridades antidopaje llegaron, guiados por una perversa lógica, a la conclusión de que si se consumía tanto era porque era bueno, y si era bueno para el rendimiento habría que prohibirlo.
Según los estudios científicos publicados por su inventor, el meldonium hace disminuir el consumo de oxígeno por parte de las células, lo que mejora la resistencia así como la eficiencia en el metabolismo de la glucosa y reduce la producción de ácido láctico.
Frente a tales indefinidas promesas, más propias de un prospecto de crecepelo, algunos especialistas sospechan que el extendido consumo del meldonium por deportistas de todo tipo se debe no tanto a sus efectos sobre el rendimiento como a su utilidad para manipular los datos del pasaporte biológico, el método indirecto de detección de dopaje sanguíneo. Uno de los efectos del Mildronate parece ser la fluidificación de la sangre. Disminuye, de esa manera, la concentración de hemoglobina, el parámetro que se mide en el pasaporte y que aumenta después de la toma de EPO o de una transfusión, mientras se mantiene la tasa total de hemoglobina, de la que depende el aumento de resistencia. “Parece extraño que un deportista manipule su pasaporte mediante una sustancia prohibida”, dice, escéptico, el australiano Michael Ashenden, uno de los padres de la herramienta. “Pero quizás lo hagan”.
Pese a que el Mildronate no está autorizado como medicamento ni en Europa Occidental ni en Estados Unidos, donde reside Sharapova, estaba tan extendido su uso en todo el mundo (venta por Internet, misteriosos médicos ucranios que aconsejan a atletas en Addis Abeba) que los especialistas esperan que sigan detectándose diariamente más positivos por meldonium. Ello no desagradará forzosamente al laboratorio que lo exporta desde Letonia para el mundo, sabedor de que mientras los deportistas de elite y profesionales tendrán más cuidado con su ingesta o sus inyecciones, millones de deportistas aficionados intentarán hacerse a cualquier coste con el producto con el que se dopaba Maria Sharapova.
“No sabía que estaba prohibido desde el 1 de enero”, dijo la ganadora de cinco torneos del Grand Slam, quien también admitió que ni siquiera sabía que el Mildronate era el nombre comercial con que un laboratorio letón vendía en todos los países del Este el meldonium, una molécula de la que muy poca gente había oído hablar hasta el lunes, y menos aún antes del 30 de septiembre de 2015, cuando la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) anunció, con tres meses de antelación, que figuraría en la lista de sustancias prohibidas que entraría en vigor el 1 de enero de 2016. Desde entonces, y pese al aviso previo, en los 67 días que han transcurrido del nuevo año, al menos 14 deportistas (seis luchadores georgianos, un ciclista ruso, dos maratonianos etíopes, una fondista sueco-etíope, dos biatletas ucranios y una patinadora y una tenista rusas) han dado positivo por un producto que ni siquiera su inventor, el bioquímico de Riga Ivars Kalvins, sabe cuáles pueden ser sus efectos sobre el rendimiento ni su mecanismo de acción.
Solo se sabe que está en la lista de dopaje en la vaga categoría de moduladores hormonales porque tras descubrirlo de chiripa en la orina de más de 100 deportistas rusos en el laboratorio de Colonia las autoridades antidopaje llegaron, guiados por una perversa lógica, a la conclusión de que si se consumía tanto era porque era bueno, y si era bueno para el rendimiento habría que prohibirlo.
Según los estudios científicos publicados por su inventor, el meldonium hace disminuir el consumo de oxígeno por parte de las células, lo que mejora la resistencia así como la eficiencia en el metabolismo de la glucosa y reduce la producción de ácido láctico.
Frente a tales indefinidas promesas, más propias de un prospecto de crecepelo, algunos especialistas sospechan que el extendido consumo del meldonium por deportistas de todo tipo se debe no tanto a sus efectos sobre el rendimiento como a su utilidad para manipular los datos del pasaporte biológico, el método indirecto de detección de dopaje sanguíneo. Uno de los efectos del Mildronate parece ser la fluidificación de la sangre. Disminuye, de esa manera, la concentración de hemoglobina, el parámetro que se mide en el pasaporte y que aumenta después de la toma de EPO o de una transfusión, mientras se mantiene la tasa total de hemoglobina, de la que depende el aumento de resistencia. “Parece extraño que un deportista manipule su pasaporte mediante una sustancia prohibida”, dice, escéptico, el australiano Michael Ashenden, uno de los padres de la herramienta. “Pero quizás lo hagan”.
Pese a que el Mildronate no está autorizado como medicamento ni en Europa Occidental ni en Estados Unidos, donde reside Sharapova, estaba tan extendido su uso en todo el mundo (venta por Internet, misteriosos médicos ucranios que aconsejan a atletas en Addis Abeba) que los especialistas esperan que sigan detectándose diariamente más positivos por meldonium. Ello no desagradará forzosamente al laboratorio que lo exporta desde Letonia para el mundo, sabedor de que mientras los deportistas de elite y profesionales tendrán más cuidado con su ingesta o sus inyecciones, millones de deportistas aficionados intentarán hacerse a cualquier coste con el producto con el que se dopaba Maria Sharapova.
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