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miércoles, 14 de junio de 2023

Raul Bretón: Nole 23



Por Raúl Bretón
Periodista.-

Nole 23
Durante el torneo de Wimbledon del 2005, Toni Nadal asistió a la cancha 18 para ver el partido de primera ronda del argentino Juan Mónaco, uno de los amigos más cercanos de Rafa Nadal. El argentino se enfrentaba a un chico de pelo disparado de tan solo 18 años.

Al tío Toni le bastaron tan solo 5 minutos para descubrir el monumental talento de ese joven serbio llamado Novak Djokovic y de inmediato acudió a los camerinos donde se encontraba Rafa a la espera de su debut. Le dijo: ‘’Rafa, tenemos un problema. He visto a un chico que juega realmente bien’’.

Un acto premonitorio que el tiempo, ese que todo desnuda, se ha encargado de dictar absoluta sentencia. 18 años después, el mismo Djokovic ha logrado quebrar el empate que mantenía con Nadal en el liderato de campeonatos de Grand Slam (23) irónicamente ha escrito su inédita página de la historia del tenis en el feudo de Nadal (French Open) en una edición en la que no figuraba dentro de los dos principales candidatos al título por arrastrar algunas lesiones de codo y pierna que le afectaron durante toda la temporada de polvo de ladrillo.

Enfrentando en la final a Casper Ruud, un artista de las canchas blandas que usa su raqueta como lienzo para dibujar su mejor tenis en este tipo de superficies en donde es el máximo ganador de partidos (87) desde el año 2020. No era empresa fácil para un Djokovic que pasó su peor momento en ese primer set en donde en algunos momentos sembró incertidumbres sobre su estado físico con el constante aspirar que denotaba un falaz cansancio prematuro.

Todo lo resolvió sobre la base de su exquisita técnica de revés paralelo, peloteos cruzados y primeros servicios que dejaban descolocado al jugador nórdico. A todo ese arsenal se le sumaron la lectura de un partido que tenía como batalla principal la línea de base, en donde el balcánico sigue desarrollando una habilidad impropia para un jugador de 36 años.

Su vasta experiencia en ese tipo de partidos de definiciones de grandes campeonatos le ha otorgado a Djokovic un dominio escénico absoluto, libre de inoportunas e innecesarias presiones que siembran la desconfianza. Ahora mira por el retrovisor a Nadal y Federer, sus dos grandes rivales a los que nunca pudo superar en carisma y empatía con el público.

Hay grandes razones para entender el carácter indomable de un tenista irrepetible que comenzó a dar sus primeros raquetazos bajo las bombas lanzadas por la OTAN en Serbia, dentro de una familia de bajísimos recursos al punto que hubo amaneceres en los que el desayuno no estaba en la mesa familiar. Contrario a Rafa y Roger quienes formaron parte de familias clase media y jamás fueron testigos de escenas trágicas producidas por un enfrentamiento bélico que marcó a toda una generación.

Además, Djokovic siempre ha sido contestatario, anti establishment, un rebelde que quizás tiene un montón de causas, que lucha contracorriente sin importar consecuencias posteriores. Frescos están los recuerdos de su guerra contra el tenis, la OMS y diferentes estados poderosos por su radical y terca postura contra la vacuna anti Covid.

Contra todo, hoy se ha convertido en el mejor jugador de tenis de todos los tiempos. Las estadísticas y campeonatos de Grand Slams son los que mandan y dictan en el tenis, y en ambas, Nole es superior al español y al suizo. Y aún le queda margen para ampliar su ventaja.

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