Por Alejandro Matiz.-
Ciclismo Internacional.-
Ser jefe de filas no siempre es el sueño de un ciclista. Asumir ese rol implica estar rodeado de presiones y sin margen de desconexión, es una función apta para los más sólidos mentalmente. Incluso para los ya consumados en ese papel, les representa un alivio no ejercerlo y pueden disfrutar más del ciclismo. Romain Bardet da fe de ello.
“Todos los días tirábamos para todos en el equipo, siempre había dos o tres chicos al frente para defender la camiseta de la montaña, lanzar los sprints”, describió el francés a quien se le vio algunos días beneficiándose del sacrificio de sus compañeros y en otros, entregándose por ellos.
“Disfruté estar en las escapadas o tirar del pelotón, los días pasaron volando”, confesó el corredor de 31 años que luego detalló el por qué fue una faena para el goce y la tranquilidad. “Me gusta ponerme al servicio de los demás, hay que saber desconectar la cabeza a veces. Experimenté cosas nuevas al dejar de centrarme en la clasificación general. Fue bueno para mi cabeza”.
No es para menos. Se han replicado casos de vueltómanos que al ya no ser capaces de ocupar plazas de honor en las generales, se reinventan centrándose en metas de menor calibre pero en las que tienen más probabilidades de éxito. Eso, sin contar que su estilo es más vistoso y mil veces preferible de ver para el aficionado, a comparación de cuando ya sólo puede luchar por un top-10 en la general, donde se es más conservador para conservar un puesto.
Asimismo, esta reconversión le permitió culminar sin mucha fatiga física y mental la ronda hispana, algo que le aportará positivamente para brillar en el remate de temporada. “No me sentía cansado mentalmente desde que me permitieron relajarme en ciertas etapas de La Vuelta. La última contrarreloj demostró que logré mantenerme fresco para el final de la temporada”, agregó Bardet quien encarará este domingo la prueba de fondo de los Campeonatos Europeos de Ruta.
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