Por Carlos Arriba.-
LEVICO TERME, Italia.- Las azafatas bellas, tan altas, con sus piernas y sus tacones interminables, se tienen que poner de rodillas casi para darle un beso, cada una en una mejilla, a Julián Arredondo, Perico, tan bajito, tan duro, en el centro todo vestido de azul.
Pero, como sabemos desde Goliat, el valor y la capacidad no dependen del tamaño, y menos en el ciclismo, en el que el corazón, más que las piernas, más que los pulmones o el cerebro aún, es el órgano principal, el músculo que lo define todo.
Ganó Perico la etapa (la 18ª.), y prácticamente el reinado de la montaña en los Dolomitas de Belluno, verdes de bosques y hermosos, y otro colombiano pequeñito, Fabio Duarte, que hace unos años fue campeón mundial sub 23, pero sufre de melancolía, quedó segundo, y otro de la misma talla, Nairo Quintana, va de rosa, y otro un poco más alto y más fuerte, y más rápido, Rigo Urán, va segundo en la general, y cada colombiano es diferente del otro, cada uno es un mundo, cada uno es una Colombia.
Arredondo llegó joven a Europa, a los 18 años, casi un juvenil, pensando que así lo tendría más fácil para acabar fichando por un equipo de nivel mundial. Y destacó en Italia como pocos. Era un ganador nato, pero para pasmo suyo comprobó que los equipos europeos solo contrataban a ciclistas que corrían en Colombia, y por delante de sus narices vio pasar a Nairo y a Rigo y a Betancur y a otros tantos, jóvenes bien recomendados, mientras él debe conformarse con correr casi gratis en un equipo de tercera con italianos desterrados llamado Nippon y se convertía en el mejor ciclista del circuito asiático.
“No me quiso ni el equipo Colombia, financiado por el Gobierno (colombiano), que le entrega los corredores a un mánager italiano, Claudio Corti”, dijo ayer Arredondo.
“Corti siempre prometía, pero nunca me llamaba”, reveló Arredondo un poco desconcertado.
“Julián estaba desesperado”, cuenta Josu Larrazabal, su entrenador en el Trek, equipo norteamericano al que ayer le dio la primera victoria en el Giro.
“Hasta que nos fijamos en él y lo fichamos… Y en seguida nos dimos cuenta de que teníamos a un purasangre. Y este Giro todo el trabajo es domarlo”, sostuvo Larrazabal
“Y por eso le dedico la victoria a Josu”, continúa Perico, como quien retoma una historia contada a medias.
“Porque durante toda la etapa (Arredondo se escapó con la primera fuga, en el San Pellegrino, en principio para puntuar para la montaña en todos los puertos) ha estado a mi lado en el coche diciéndome que estuviera tranquilo, pero que ya me diría él cuándo debía atacar… Y seguí sus consejos y ataqué al final y lo gané todo”.
Y le ganó, lo que tiene cierta dulzura amarga, a Duarte, el estandarte de Colombia, el equipo que nunca lo llamó. (EL PAÍS / DEPORTES/ CICLISMO/ GIRO DE ITALIA/ 30 de mayo de 2014).
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