SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Una noche, después de un largo día de rodaje de The Bodyguard, Whitney Houston se quedó atrás en el estudio para practicar una canción para la banda sonora. El resto de la tripulación se había ido, y la habitación estaba tranquila excepto por el débil eco de su voz rebotando en las paredes.
Kevin Costner, caminando, escuchó la melodía y se detuvo. No quería interrumpir, pero algo sobre el sonido lo acercó. Sin decir una palabra, entró en silencio, sentado en las sombras y escuchando. Whitney miró y sonrió, un poco sorprendida pero no avergonzada. En lugar de cámaras, solo estaba la música y un momento compartido de quietud.
Durante varios minutos, simplemente existieron en ese espacio juntos - su canto, él escuchando, ambos dejando que las presiones del día se desvanecieran. Fue un pequeño momento sin guión, pero dejó una huella. En ese silencio, Kevin no era solo una co-estrella; era alguien que vio a Whitney como realmente era, talentosa, humana y frágil pero imparable. Esa noche, la conexión entre ellos se profundizó - no a través del diálogo o la actuación, sino a través del simple y poderoso acto de compartir una canción.

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