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martes, 12 de septiembre de 2023

RAÚL BRETÓN: Nole, un reto al destino



Por Raúl Bretón.-

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los sustantivos de Novak Djokovic van acompañados por adjetivos disímiles y antagónicos: contestatario y dócil, humilde y arrogante, cómico y serio, flexible e inflexible. De aquel chico pintoresco que solía imitar ademanes de grandes jugadores, queda muy poco. En su carrera existen dos puntos de inflexión que cambiaron radicalmente la trayectoria de un jugador único que no tiene paralelos en acumulación de éxitos en este deporte. Ambos en el mismo 2010, año en el que el doctor Igor Cetojevic descubrió que Nole era alérgico al gluten, razón por la que mostraba un evidente cansancio durante los partidos, lo que lo condujo a cambiar radicalmente su régimen alimenticio, abrazando al mismo tiempo disciplinas como el yoga y la meditación para elevar sus niveles elasticidad y concentración en los partidos. Ese mismo 2010 el serbio convirtió en triálogo el diálogo que durante años mantuvieron Federer y Nadal. El resto es historia. Con un Federer retirado y estacionada su marca en 20 grand slams, y un Nadal más cerca del adiós definitivo que de la conquista de un título menor, Djokovic va sumando trofeos de grandes torneos a su ya extensa vitrina de éxitos. 24 grand slams sin dar una sola señal de decaimiento, a pesar de sus 36 años, haciendo fácil lo difícil, ajustando maneras de jugar a su variado repertorio de golpes, siendo exquisito en la táctica y la estrategia, sin importar la retórica de Toni Nadal quien recientemente dijo que el Djokovic de una década atrás era mejor que su versión actual. Tendrá sus razones, pero lo que dejó ver en la final ante Medvedev es que su juego va adaptándose a lo que le dicta su reloj biológico. Ser más racional y menos pasional, utilizando cada rincón de la cancha, sacrificando velocidad en sus servicios para ganar en colocación y sorprender con insistentes entradas a la red que definieron puntos que le ahorraron energías de los desgastante y prologados peloteos desde el fondo de la cancha, territorio idóneo de Medvedev que Djokovic evitó, más allá del angustioso y abrumador segundo set de 104 minutos en donde el ruso encontró su ritmo y puso a pruebas la capacidad física de un Djokovic resolutivo. Es tan solo su cuarto título en Nueva York. Poco para el mejor jugador de superficies rápidas de la historia. Esto encuentra una explicación en el tipo de material que usa el US Open en sus canchas, el cual permite un rebote más alto de la pelota con un impacto que le resta velocidad, todo lo opuesto de las canchas del Australian Open, en donde se juega con más calor pero menos humedad, por lo que las pelotas son menos pesadas, en una superficie un poco más rápida en donde la bola suele a subir menos tras su impacto con el terreno, todo más favorable y adaptable a su juego, razón por la que ha ganado allí en diez ocasiones. Hacer vaticinios sobre el futuro de Djokovic es un tanto arriesgado. Su límite lo puede marcar él mismo cuando se embriague de éxitos. De momento toca disfrutar al más grande jugador que haya conocido este deporte.

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