LA HABANA, Cuba.- El gran Eduardo Alonso junto al gran Djamolidine Abdoujaparov. Aquí una pequeña crónica de este monstruo.
Si bien las coordenadas históricas siempre influyen en nuestro devenir personal, el caso de Abdoujaparov es extremo. Su salto al profesionalismo, un tanto tardío, ocurre en el punto álgido de la perestroika y justamente en el otoño en que es desmontado el muro de Berlín. El uzbeko de la capital Taskent era campeón soviético vigente cuando la gran transformación social comenzó la etapa que parece definitiva. Debutó en un Alfa Lum totalmente soviético (1990) con el legendario Soukho a la cabeza, escuadra que desparecería al final de temporada víctima de la gran apertura.
El debutante Djamolidine se atreve con Vuelta, Giro y Tour como ayudante de Saitov para los metros finales. Valiente en la meta de León, solo Raab (PDM) le priva de su primera victoria profesional antes de su retirada en Santander. En el Giro es Cipollini quien le condena a ser segundo en Udine y en el Tour intenta pelearse con Nijdam, Ludwig, Museeuw, Baffi, Van der Poel, Kelly, Vanderaerden y toda la élite del vértigo, comprobando un día sí y otro también que aquello era diferente.
Donde más cerca estuvo del triunfo fue -cuarto- en los Campos Elíseos, escenario que al año siguiente le hizo protagonista de una escena que dio la vuelta al mundo. En definitiva, un primer año suficiente para meter el miedo en el cuerpo a los bólidos, tanto por la amenaza clasificatoria como por el tosco y peligroso estilo de pedalear en la recta final con exagerado balanceo de la bicicleta.
Volvió a ganar en otras dos ocasiones el verde definitivo del Tour (1993, con triunfo en los Campos Elíseos incluido, y 1994), nueve etapas en total, con Eddy Merckx y Laurent Jalabert compone el trío esmeralda que ha conseguido en maillot de la regularidad en Tour, Giro (1994, 1 etapa) y Vuelta (1992, 7 etapas en total), nadie más lo ha conseguido. #ciclismo #ciclismocubano #cubancycling #ciclismolatino
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