Por Raul Breton.-
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SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Un acto de justicia está a sólo horas de concretarse. Salvo catástrofe final en conteo de votos, todo indica que David (Ortiz) se convertirá en el cuarto dominicano que logra abrir las puertas de Cooperstown. Tan solo el segundo (junto a Pedro Martínez) que lo hace en su primera presentación en la boleta.
A pesar de la persistente campaña sucia de la cual ha sido víctima por parte de algunos medios de la ciudad de Boston (con el doble cara Dan Shaughnessy a la cabeza), David reúne los méritos suficientes e irrefutables para convertirse en un inmortal.
Maticemos: David ha sido el jugador más importante (no confundir con el mejor, que eso también es discutible) en la historia de los Medias Rojas de Boston. Solo dos jugadores históricos de la franquicia presentan números ofensivos similares a David: Ted Williams y Carl Yastrzemski.
Williams es considerado como uno de los más completos bateadores de todos los tiempos. Yastrzemski, a pesar de haber sido uno de los mejores jugadores de la década de los sesenta, es más recordado por la triple corona que alcanzó en 1967. Ambos carecen de algo que David logró en tres oportunidades con los Medias Rojas: ganar una Serie Mundial. Mejor bateador designado de la historia.
El hombre que ayudó a borrar la mentalidad perdedora de toda una franquicia que se mantuvo condenada a un extenso periodo gris que tardó 86 años, encontrando siempre la estéril excusa de cada fracaso en una supuesta y absurda maldición que David ayudó a enterrar en el 2004, ganando de nuevo en el 2007 y el 2013. Sus hechos sepultan cada uno de los vanos argumentos de esos pocos que le han negado el voto.
La enésima injusticia recaerá sobre Sammy Sosa en su último año como candidato al Salón de la Fama. Víctima del esperpéntico y populista doble moralismo de algunos sectores estadounidenses que muchas veces toma a la víctima como carne de cañón y al sepulturero como héroe.
Un voto negado sobre la base de los rumores, de medias verdades fundadas bajo una era en la que predominó la frase “Lo que no está prohibido, está permitido”. Todo con la complicidad de un establishment que se frotaba las manos con cada cuadrangular que salía de músculos inflados de manera sintética.
Abrumado por el acoso, Sammy se alejó del mundo del béisbol. Encontró refugio en los negocios. Poco hizo por ayudar a borrar la montaña de señalamientos que han terminado ajusticiando su candidatura. Junto a McGwire y Bonds (este último con gran oportunidad de alcanzar Cooperstown esta tarde) ayudó a levantar el béisbol tras la caída sin paralelo que sufrió dicha industria a raíz de la vergonzosa huelga del 1994.
Sammy fue el rostro más visible durante una etapa en la que el béisbol recuperó el digno lugar que la historia le ha otorgado. Nada de eso ha bastado. Solo le aguarda esperar que un comité de veteranos con derecho a elegir inmortales lo coloque en su justo lugar en el futuro.
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