Por Alejandro Matiz.-
Ciclismo Internacional.-
Una particular edición del Tour de Francia llega a su fin y con ello, da paso al análisis de lo acontecido a lo largo de 21 días de competición que se puede sintetizar de diversas formas. Una de ellas es elaborando un ‘Dream Team’, conforme al desempeño de los corredores destacados en diferentes áreas, la clasificación general, victorias de etapa, embalajes, escaladas, crono, trabajo de gregarios, etc. Por ello, en ‘Ciclismointernacional.com‘, liderados por quien redacta estas líneas y en concordancia con los otros miembros del equipo de trabajo, entregamos el ‘8’ ideal de esta 104° versión.
Mathieu van der Poel (AFC)
El genial neerlandés, a quien la tradicional filosofía opaca del Tour, no modificó su lúcida doctrina para correr. La muestra clara del amor por el ciclismo. Aunque haya asistido a la ronda gala en contra de sus planes -por obligaciones comerciales y del equipo-, tuvo la misma voluntad que si fuera para un Tour de Flandes, Mundial de Ciclocrós u Olimpiada de MTB.
Una semana de competición que colmó de espectáculo, emotividad y éxitos. La mezcla de los anhelos familiares, su estilo deportivo y talento innato exhibieron esa versión conocida que ha hecho que más de uno sea un simpatizante fiel de él. Triunfo de etapa con el ingrediente melancólico del homenaje a su abuelo, Raymond Poulidor, lanzador impecable en los sprints de Tim Merlier y Jasper Philipsen y una honra digna del amarillo, exhibiéndolo siempre en facetas ofensivas.
Gran promotor del desorden de la inolvidable primera semana. De primera necesidad para los organizadores de la carrera seguir contando con este fenómeno, pues su percepción pretérita del deporte, dibuja al aficionado las historias antológicas que alguna vez vieron o escucharon.
Mark Cavendish (DQT)
Empañó su imagen notoriamente con el gesto patán contra uno de sus mecánicos. Inaceptable accionar contra un trabajador del equipo que lo colocó en la cúspide nuevamente. Sin embargo, la feísima actitud no borra que conquistó cuatro parciales y fue el embalador de dominancia de esta versión.
Recordar a Cavendish nueve meses atrás daba tristeza, lástima. Una leyenda de la velocidad, abrumada por la depresión y sufriendo lo indecible en cada certamen al que asistía. No era un cierre de trayectoria digno para un hombre acostumbrado a ganar.
La clave sin duda está en Deceuninck y cómo ejerció un riguroso trabajo físico y mental para alimentar su seguridad, y que con ella los resultados acompañasen poco a poco.
Sin siquiera presupuestar su presencia en la Grande Boucle, el azar de la vida le otorgó una chance más para volverse a sentir como un campeón y arrasar en la prueba de su preferencia como hacía años atrás.
El resto es historia. Lanzamientos de manual, categóricos embalajes por su cuenta y una acumulación de victorias que lo catapultaron al punto de igualar el récord de victorias de Eddy Merckx. Un resurgimiento a lo grande, inmortalizando su figura.
Wout van Aert (TJV)
El mejor ciclista de la actualidad en todo el globo terráqueo. Da hasta cierta vergüenza dedicarle un sólo párrafo a este belga que en el camino va saldando cuentas en todos los terrenos. Único corredor capaz de involucrarse en disputas en las altas cumbres, contra los más veloces, al reloj y en las cuestas más explosivas. Ganar en el Ventoux, la crono final y el sprint de París, siendo la capacidad rodadora su mayor virtud, habla contundentemente de los niveles de versatilidad que alcanza Wout. Quizá la prueba fehaciente de que en el ciclismo sí se pueden romper paradigmas, como de que alguien con ese peso, masa muscular y moldaje sea capaz subir a tan alto nivel y conservar su potencia en los demás ejercicios aunque la lógica dictamine lo contrario. Eso sin contar que se complementa de maravilla con su combatividad y sacrificio por otros -le ayudó a Kuss en su triunfo en Andorra y a Vingegaard en su porfía general-. Alguien para disfrutar, porque es único.
Matej Mohorič (TBV)
El cazador perfecto de esta edición. Un motor interminable del campeón nacional esloveno. La principal causa de meterlo en esta lista es claramente su doble triunfo de etapa, pero, existen otras razones por las que fue uno de los más destacados de esta 108° versión. En ambas fracciones derrotó a clasicómanos de gran renombre -Van der Poel y Van Aert en la primera- y lo hizo mostrando una fuerza y resistencia impecables, pues sus arranques fueron de lejos y poniendo resistencia a grupos más nutridos, que por su inercia y superioridad numérica, les es más sencillo atrapar a quien va sólo y dando toda la cara al viento. Si a eso se le suma su participación en otras escapadas y entrega absoluta por otras causas de su equipo (montaña con Poels y general con Bilbao), se solidifican los argumentos suficientes para resaltar su virtuosa asistencia a suelo francés.
Jonas Vingegaard (TJV)
La gran revelación. Si alguien en su primer Tour de Francia culmina 2° de la general es porque no va a ser cualquiera. Ni es un tipo con suerte que de rebote apareció allí, ni un colado a la fiesta. Lo que ha conseguido se lo ha ganado a pulso y bien trabajado. Es muy diferente lograr un resultado así en un Giro o una Vuelta, a hacerlo en un Tour. Los que destacan repentinamente en Francia, lo siguen haciendo por años -Nairo Quintana es un gran ejemplo- mientras que aquellos que sobresalen en las otras no siempre brillan largamente -Enric Mas y Jai Hindley para su prueba-, lo cual quiere decir que seguramente tendremos Jonas para rato. Exceptuando la memorable jornada de la exhibición de Pogacar, fue el corredor más cercano en nivel al esloveno, incluso, siendo el único que destapó la debilidad de ese marciano. Eso es de un mérito enorme y habla de que puliéndose un poco más, está en condiciones de ser otro adversario generacional de ‘Pogi’, Bernal, Remco y compañía. Tiene lo esencial: Escalada, crono y fondo para tres semanas. Quién iba a creer que Jumbo hallaría el reemplazo de Roglic en un rutero que de entrada ni iba a acudir al Tour.
Jonathan Castroviejo (IGD)
En funcionamiento colectivo, su equipo decepcionó con notoriedad, sin embargo, no desdibujó la imagen de este español que se ha consagrado como el mejor gregario en estos momentos. Que haya sido el único de su escuadra que arribó con el Giro en sus piernas -por demás de que allí fue sobresaliente- y de paso, el más lúcido por encima de gente como Thomas, Porte o Geoghegan Hart que prepararon exclusivamente esta carrera, habla mucho del pobre nivel de los otros lugartenientes y a la vez de su indudable clase.
Siempre el último acompañante de Richard Carapaz, sacrificado en fugas y dejándose hasta la última gota en cada estrategia que pretendía lanzar al ecuatoriano. El tipo rinde donde sea y está dispuesto a contribuir sin importar el método, sea desde adelante en una escapada como puente, o laborando desde un tren con ritmo intenso. A lo mejor se le pueden achacar varias cosas a INEOS, criticar a sus corredores, pero quien con creces se salva de esos linchamientos es ‘Castro’. Poco o nada por reprocharle.
Ben O’Connor (ACT)
Uno de los principales puntos negativos de este certamen fue el conservatismo y presentación gris de varios de los ciclistas que batallaban por una casilla dentro de los 10 primeros. Uno de los pocos que rompió esa actitud lamentable a vista del aficionado fue Ben O’Connor. Cuando en su momento escoltó a Tadej en la general, en el imaginario colectivo cabía la posibilidad de verlo dentro del podio. No tuvo las piernas para acechar con claridad esas plazas de honor, pero sí un coraje tremendo para relucir en el grupo de los intrascendentes. Con o sin fuerzas, atacó. Puso la máxima voluntad y tolerancia al sufrimiento para lograr la mejor ubicación posible en la general. Su combatividad se tradujo en un 4° cajón. Destacado de por sí, incluyendo que triunfó en uno de los tres finales en alto a través de una exhibición bárbara. Resultados y actuación que se combinan correctamente. Tiene un gran futuro, y cada una de estas experiencias, es un escalón más que sube, desconociendo cuál será su techo. Pendientes a él en las temporadas venideras.
Tadej Pogačar (UAD)
No hay otro mejor para cerrar los ocho nombres de este conjunto de ensueño. Flamante campeón por segunda oportunidad consecutiva, gracias al incuestionable aprovechamiento de su superioridad cuando la tuvo. Qué más se le puede pedir a un pedalista que nos regala una exhibición comparable a las de antaño, partiendo de lejos, humillando a sus adversarios y sacando minutadas, y que además con la carrera ganada busca seguir dando espectáculo y no se limita a correr a la ofensiva. Predica el credo del ataque, el ideario de las épocas antiguas, el estilo del que gusta el espectador. Esa ambición, las ganas de ganar todo, de arrasar son la base de un líder que toda competencia de alto prestigio debería ostentar. Alguien que sí se siente bien, no sólo se conforme con portar la amarilla, sino que pelee por la montaña y las etapas, que no tenga compasión -en el buen sentido de la palabra-, que si ve una oportunidad de alzar los brazos, lo haga, sin pasársele por la cabeza la opción de regalar la gloria a sus rivales. Tadej Pogacar es la representación digna de la esencia del ciclismo. Ojalá que nunca modifique esa filosofía atacante, puesto que será uno de los promotores del espectáculo que ciertas veces se echa de menos.
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