Por Raúl Bretón
Cronista especializado.-
SANTO DOMINGO, D.N., República Dominicana. No se supera un cáncer para luego ganar siete Tour de Francia de manera seguida y con registros tan contundentes. Ya lo había advertido Greg Lemond, ganador de tres rondas galas.
El ciclismo es uno de esos deportes que no admite milagros. Es quizás el más duro y sacrificado de todos. El tiempo termina poniendo todo en su justo lugar.
Al incuestionable dopaje de Lance Armstrong, y su fraudulento recurso de constante consumo de sustancias prohibidas para oxigenar su sangre y aumentar su rendimiento, se le suma el descubrimiento de un diminuto motor que resultaba imperceptible para los inspectores de bicicletas del Tour. Como todo lo de Lance: la mejor tecnología a su disposición para coleccionar triunfos fraudulentos.
Investigaciones han determinado que Armstrong activaba el motor que empujaba los pedales de su Trek luego de oprimir un discreto botón ubicado en el timón y tocar levemente la batería localizada en la parte baja del sillín. Una ayuda significativa para Armstrong, ya que el motor era capaz de producir 500 Watts de potencia.
Maticemos: El ciclismo es un deporte que evoluciona constantemente. Durante los últimos años los que escribimos y hablamos de ciclismo en los medios de comunicación ajustamos nuestros análisis a la misma velocidad que la tecnología lleva a este deporte.
Así que últimamente hemos tenido que ir en el mismo pelotón en donde va la termodinámica con la aparición de la medición de los vatios por medio de los pulsómetros. Estos se encargan de indicarnos los parámetros de potencia que se logran tras un prolongado esfuerzo relacionado con el pedaleo y la cadencia del ciclista.
El peso del ciclista es determinante para saber el estado real. A eso le llamamos potencia relativa.
Un ciclista categoría World Tour (máxima en el ciclismo de ruta) especialista escalador, es capaz de generar entre 5 y 7 w/kg por pedalada durante una importante cantidad de tiempo. Muy Normal. Armstrong era capaz de sostener un ritmo 7.4 durante más de nueve minutos luego de agotar 180 kilómetros de recorrido en una etapa de montaña del Tour. Una cadencia “asombrosa”. Claro, con la ayuda del motor lo que le daba una abismal ventaja respecto a sus rivales, muchos de ellos también dopados de sustancias prohibidas.
Las evidencias están. La filmovideoteca de aquellos Tours que hoy están en el vertedero del ciclismo presentan a un Armstrong “invencible” que realiza toques disimulados para activar el funcionamiento del motor, que junto a la hormona EPO, las transfusiones de sangre y las sobredosis de testosteronas y corticoides, ayudaron a construir la página más indigna de la historia del ciclismo.
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