SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Una amiga me pidió que escribiera un mensaje de inspiración sobre esta foto. No iba a complacerla porque pensaba que aquel que no montara bicicleta no podría comprenderlo.
Sin embargo, el mensaje que surgió de la foto y llegó hasta mis manos nada tiene que ver con la bicicleta.
Más bien se trata de la vida misma y de que tanto te amas a tí misma, como para hacer lo que te da la gana.
Las mujeres estamos educadas para servir y pensar primero en los demás: De pequeñas hay que servir al padre y los hermanos; de mayor al marido, y de más mayor a los hijos y nietos.
Nuestras madres nos enseñaron a pensar primero en los demás, por eso es que ahora con eso que además somos independientes --supuestamente en todos los sentidos-- el tiempo no nos alcanza para querernos y menos para intentar conocernos de verdad.
Y no hablo de ir una hora diaria al gym para tener un súper cuerpo o de ir al salón a ponernos “mamacitas”, definitivamente NO.
Hablo de amarnos en el sentido literal de la palabra, descubrir que nos apasiona y hacerlo con entusiasmo, dedicarle tiempo y hasta imponernos retos y alcanzar metas; ya sea ganar una competencia de bicicleta, de natación, hacer un maratón, bailar zumba 24 horas corridas, bucear dos veces a la semana, pintar como Picasso, escribir como Kundera u organizar un safari por la selva amazónica.
Lo importante real y efectivamente es conocer nuestras locuras y darles de comer de vez en cuando. Es conocer nuestra fortaleza; saber a ciencia cierta de lo que somos capaces, AMAR nuestros defectos y engrandecer nuestras virtudes, ser perfectamente capaces de quitarnos la ropa y la piel frente al espejo para cuestionarnos una y otra vez si realmente somos felices, si realmente estamos donde queremos estar, si el hombre que respira o ronca cada noche a nuestro lado es ese ser que nos merece, es ese hombre que nos valora, que nos ama pero que sobre todo, nos lo demuestra.
Es hora de buscarnos la mirada, de mirar en la dirección contraria a la comodidad y al apego, de caminar por la autopista de la libertad sin cadenas, de dejar de compadecernos, y tener el coraje y el valor de quedarnos vacías de todo desconsuelo, para llenarnos de esperanzas, metas e ilusiones.
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