SAN CRISTÓBAL, República Dominicana.- Hay quienes pasan por la vida sin saberse que pasaron.
Igualmente, los hay que transitan por el ancho mundo de los mortales dejando una larga estela de cosas que los hacen imborrables en las mentes de quienes luchan por la superación y un mundo mejor.
Son muchos los que viajan por el mundo sin hacer una obra digna del recuerdo humano.
Pero, también, hay quienes sí son capaces de ganarnos el corazón por sus acciones en pro de la superación.
A esta última categoría pertenecía Juan Tomás Marino García y García, el sobresaliente ciclista que fue abandonado en unos matorrales de la autopista Duarte por un irresponsable conductor que lo atropelló el pasado martes al mediodía.
Ayer, centenares de personas representaron a todos los que, obligados por la huelga general que afecta al país en los actuales momentos. Y dieron el último adiós a quien supo ganarse, con su inmensa calidad y humildad, el título de inmortal en el deporte.
Con los rostros mojados por el llano, su madre, doña Herminia García, se le vio inconsolable al tener que admitir la ida de Marinito de la manera y el momento menos esperados.
A pesar de la paralización total que hubo en la capital de la provincia San Cristóbal, centenares de personas no escatimaron esfuerzos para estar junto a doña Herminia y su adolorido esposo, don José García, y rendir tributo a quien se había convertido en el rey del deporte del aro y el pedal en la República Dominicana.
Todos los que conocieron de la muerte de Moreno o Marinito se lamentaron porque sabían que la patria perdía a un atleta sin igual, ejemplo para la juventud que lucha por el advenimiento de un mundo mejor y en donde los jóvenes tengan mayores oportunidades.
A las tres y cincuenta minutos de la tarde salió el féretro con los restos de Marinito de la Funeraria El Milagro, situada en la calle Doctor Brioso a esquina General Leger, para, escoltado por sus amigos de siempre, llevarlo al frente del altar de la iglesia principal de San Cristóbal y oír allí las plegarias del padre Aguirre, quien imploró por el perdón a “nuestro hermano Marino, un ejemplo para todos”.
Luego, el camino que conduce desde la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, frente al viejo Parque Radhamés, hasta el cementerio municipal de Sainaguá se hizo corto para quienes no querían desprenderse de la idea de que allá, en el viejo camposanto sancristobalense, debían dejar los despojos mortales del mejor pedalista quisqueyano de los actuales momentos.
Con gran pesar, los centenares de personas que participaron a pie, en bicicletas, motores, vehículos livianos y pesados, hicieron la travesía y llamaron la atención poderosa de una población que se encontraba totalmente paralizada por los efectos de la huelga general convocada por el Colectivo de Organizaciones Populares.
San Cristóbal, desde el momento en que se conoció la desgraciada noticia, lloró la pérdida de uno de sus grandes hijos.
Un hijo que nunca conoció los vicios y la prepotencia.
Un hijo que siempre estuvo estudiando para superarse y preparar su tesis de ingeniero electromecánico y recibir su título en una próxima graduación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
La patria ha perdido a Marino García, la máxima expresión del ciclismo nacional y quien era un digno ejemplo de lucha y sacrificio.
Un ejemplo fiel del hijo que añora constantemente con lograr un mejor techo y gran bienestar para sus padres y hermanos.
Ayer bajó Marinito a su última morada.
Sin embargo, su labor por el ciclismo lo proyectará como uno de los grandes inmortales del deporte nacional. (EL NACIONAL / DEPORTES/ 27 de septiembre de 1990)
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