“Salté con hambre, con rabia… y con sueños.”
En una época donde los estadios no estaban hechos para todos, Alice Coachman saltó sobre las barreras que no se veían… pero que dolían más que cualquier obstáculo físico.
Nacida en 1923, en Georgia (EE.UU.), creció en pleno sur segregado. Como mujer afroamericana, no podía entrenar en instalaciones públicas, no tenía pista, ni entrenadores, ni zapatos adecuados. Corría descalza en caminos de tierra. Hacía sus propias barras con palos y ladrillos. Todo en contra. Pero su determinación era más fuerte que la discriminación.
Desde pequeña, soñaba con las Olimpiadas… aunque las mujeres negras ni siquiera eran tomadas en cuenta.
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Pero todo cambió en Londres, 1948…
Tras años de preparación silenciosa y tenaz, Alice clasificó a los Juegos Olímpicos. En Londres, durante los primeros juegos tras la Segunda Guerra Mundial, ganó la medalla de oro en salto de altura, convirtiéndose en:

La primera mujer afroamericana en ganar un oro olímpico
Su marca fue histórica. Pero más aún fue el significado simbólico: en un mundo dividido por el racismo, una mujer negra se alzaba como campeona del planeta.



Más que un salto
Tras su victoria, regresó a EE.UU., donde fue recibida con homenajes… pero aún separada por barreras raciales. En su propia ceremonia en Albany, Georgia, las personas negras y blancas fueron ubicadas en lados distintos del auditorio.
Aun así, Alice nunca dejó de luchar con dignidad y orgullo. Se convirtió en educadora, mentora, madre, y modelo para generaciones enteras de atletas afroamericanos.
Fue reconocida por presidentes y campeonas como Serena Williams o Jackie Joyner-Kersee, quienes siempre la han nombrado como una pionera silenciosa que cambió la historia.
> “No me abrían puertas… así que salté por encima de ellas.” – Alice Coachman
Hoy su historia no es solo de medallas… es de coraje, de identidad, y de resistencia con clase.
Saltó alto… y al caer, aterrizó en la historia.


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