En junio de 1922, dos jóvenes aventureras, Viola LaLonde y Elizabeth Van Tuyl, se pusieron orgullosamente junto a su automóvil Ford, listas para emprender un viaje extraordinario. ¿Su plan? Un viaje a través del país desde Washington, DC, a San Francisco—una hazaña audaz en un momento en que las comodidades de los viajes modernos todavía estaban décadas de distancia.
Sin GPS que los guíe, sin autopistas expansivas para acelerar su camino, y sólo los mapas de ruta más básicos en la mano, Viola y Elizabeth se pusieron en lo que prometió ser una aventura salvaje. Las carreteras que recorrían eran a menudo ásperas y sin pavimentar, que se extendían a través de vastos paisajes desconocidos donde las gasolineras eran pocas y distantes entre ellas, y las comodidades de la conveniencia moderna eran escasas.
Mientras posaban junto a su fiel Ford, la emoción en sus ojos insinuaba los desafíos desconocidos y los emocionantes descubrimientos que les esperaban. Sabían que este viaje pondría a prueba su resistencia e ingenio. Cada milla se ganaría con determinación, y cada parada sería un respiro bienvenido.
Conduciendo a través de ciudades pequeñas, vastas llanuras y pasos de montaña, Viola y Elizabeth experimentaron el corazón de América de una manera que pocos habían tenido antes. Fueron pioneros por derecho propio, liberándose de las convenciones de su tiempo y demostrando que la aventura pertenecía a cualquiera lo suficientemente valiente como para perseguirla.
Su viaje fue algo más que un viaje por carretera; fue una declaración audaz de independencia, coraje y espíritu de exploración. El recorrido a través del país de Viola LaLonde y Elizabeth Van Tuyl es un testimonio de su valiente búsqueda por la carretera abierta, en un momento en que tal empresa era verdaderamente una odisea.
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